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Madrid, España a 13 de enero de 2020.- Además de los avances en la tecnología y todo el cisma provocado por la Cuarta Revolución Industrial, el ser humano está obteniendo una serie de beneficios que le permite vivir más tiempo.
Hace dos siglos tener cuarenta años ya era señal de ser mayores, viejunos, de alguna forma estamos siendo privilegiados por contar con las condiciones para alargar nuestra esperanza de vida.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) hay cinco países ubicados en el podio de los habitantes más longevos con los siguientes promedios: 1) Japón con 84.2 años; 2) Suiza con 83.3 años; 3) España con 83.1 años; 4) Australia con 82.9 años; y, 5) Francia con también con la misma media de 82.9 años.
Estados Unidos en el sitio 34, su promedio de longevidad es de 78.5 años, mientras que en el caso de México se ubica en el renglón 48 con una media de 76.6 años.
Vivimos más y no se descarta que el techo incremente en los próximos años porque la mirada está puesta en llegar a los cien años de edad en las mejores condiciones físicas, mentales y emocionales.
No pongo en duda que se logrará porque al ser humano le gustan los retos y la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados, y eso implica además de un universo de oportunidades también sendos retos por atender.
Uno imprescindible tiene que ver con la pirámide demográfica, el mercado laboral y el sistema de pensiones, la conjunción de tres variables que se han convertido en un verdadero quebradero de cabeza porque hay que embonarlas para que el futuro de las pensiones no colapse por esos desequilibrios entre la demografía, el mercado laboral y mucha más gente jubilada además de longeva.
Nadie quiere enfrentar un futuro de desazón con gente mayor sin recibir una paga mensual fruto del colapso del sistema de pensiones, de allí que para los gobiernos y los sistemas de ahorro para el retiro privados la presión por cuidar ese dinero sea elevadísima; y es que sería una gravísima irresponsabilidad crear sociedades de mayores miserables.
Cada país busca su propia fórmula –de acuerdo con su realidad- ninguno está exento de riesgos e inestabilidades; en la particularidad de Europa, continúan haciéndose reformas en los sistemas de pensiones, tal es el caso de Francia.
El presidente galo Emmanuel Macron está jugándose el pellejo con la más reciente iniciativa de reformar su sistema de pensiones para unificarlo en uno solo en vez de tener 42 esquemas distintos para jubilarse.
Aunque también pretende elevar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años de edad, nuevamente la calle muestra su fiereza contra sus medidas ya lo hizo hace un año protestando violentamente contra su intención de elevar los impuestos a los carburantes; al final perdió el pulso contra la Francia indomable.
Hoy en día el pulso deriva de su reforma de pensiones que tiene a la nación francesa sumida en una serie de huelgas en señal clara de rebelión contra lo que Macron considera impostergable.
A COLACIÓN
En España, el nuevo gobierno de coalición recién formado, estudia varias reformas una relevantísima tiene que ver con su sistema de pensiones; primero, está el permitir la revaloración real de la paga por pensiones al dato de la inflación anual.
Hay que atender igualmente el boquete en las cuentas públicas para el pago de las pensiones, porque éstas podrán revalorizarse pero sin dinero en el Presupuesto no habrá forma de pagarlas.
Van saliendo algunas ideas: una, elevar la edad de jubilación de 65 a 67 años, nadie duda que habrá que elevar el techo para retirarse pero eso no implica que haya más dinero futuro para eso es requerido un mercado laboral dinámico, en expansión, que garantice una media de 4 a 5 trabajadores en activo por cada retirado… al menos, para llegar a los cien años recibiendo una pensión.
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